María Dorrego es una escritora argentina que descubrí un día gracias al programa de radio Kermesse de miércoles. Ella daba una entrevista en donde anunciaba un café literario organizado por la Editorial independiente Cantamañanas, oriunda de la localidad de San Miguel, provincia de Buenos Aires. Meses más tarde, su primer libro Todas las partes de una muerte veía la luz.
El mismo es una antología de veinte cuentos que tienen como hilo conductor a la misma parca pero no son de terror o drama o suspenso. Caminan al filo de la navaja, entre la cordura y la locura. Algunos manejan espacios oníricos como "Tienes una nueva solicitud de amistad" y "Ojo de pez, pata de gato".
Otros juegan con lo perverso y torcido como "Cada cosa a su tiempo" y "Austeros y resignados".
Varios te retuercen el corazón, los que nos recuerdan a aquellos que ya pasaron del otro lado como "Vecinos".
Y muchos nos llevan a reflexionar sobre las crisis personales. Esas pequeñas grandes muertes que algunos tenemos en vida, que nos recuerdan lo efímero de esta existencia, que nos devuelven a tierra. Aunque sea una paradoja, muchas veces es la muerte la que nos despierta y sacude.
La prosa fresca de María Dorrego me recuerda en algunos cuentos a la escritora también argentina Mariana Enriquez, porque encierran algo perverso entre líneas. Disfruté mucho "Austeros y resignados". Es lo más cercano al terror, el miedo a la mediocridad, a creer que mereces menos.
Hay que seguirle la pista también a editoriales independientes como Cantamañanas, ya que le dan espacio a nuevas voces. Voces que seducen, voces que confrontan, voces que desarman.
Todas las partes de una muerte es de esos libros que dejan huella y que uno vuelve a releer cuando lo considera oportuno.